jueves, 4 de septiembre de 2008

El fin de las entradas en papel


Acabo de leer una noticia en la que dice que Tom Waits ha puesto en marcha un sistema de venta de entradas en el que se prescinde del soporte físico en papel. La idea es tan simple como que compras tu entrada con la fórmula habitual (Internet o teléfono) y en ningún momento obtienes un ticket en papel, sino que una vez en el recinto del concierto te acreditas con tu DNI y la tarjeta de crédito con la que hiciste la compra. El objeto, según dicen, es acabar con la reventa, pero el sistema obliga a que debe ser el comprador el beneficiario de la entrada, es decir, no puedes regalarla o comprársela a alguien. Además si no tienes tarjeta de crédito no puedes comprar una entrada. Yo, por principio, nunca compraría una entrada de reventa, y el sistema particularmente me parece un giro de tuerca más hacia la extinción definitiva de uno de mis fetiches favoritos: las entradas de los conciertos.
La degeneración que han sufrido esos entrañables trozos de papel es lamentable. Entiendo y agradezco que las nuevas tecnologías nos permitan comprar desde la comodidad de nuestra casa la entrada para un evento en la otra punta del mundo, sin necesidad de desplazamientos ni colas. Además por lo general recibes tu entrada por correo ordinario o bien te desplazas a recogerla a los expendedores automáticos cuando te venga en gana. Hasta ahí todo perfecto. Lo triste es cuando tu ticket consiste en un miserable trozo de papel con la sosa impresión de los datos del concierto. Impresión en una tinta que además con el tiempo suele degradarse hasta desaparecer. Son particularmente horrendas las entradas adquiridas a través de Servicaixa y alcanza el grado máximo de cutrerío una entrada adquirida vía cajero de Unicaja (tu entrada no se diferencia en nada de un comprobante de saldo).
Otro asunto indignante es lo de los “gastos de gestión”. Entiendo que hay que pagar por la comodidad del servicio, lo que no entiendo es por qué una entrada de 22€ tiene 2€ de recargo de distribución y en una entrada de 78€ los gastos ascienden a 8€, además siendo el mismo distribuidor y evento. ¿Qué pasa?...¿que el sistema informático de venta es más complejo en las entradas más caras?. Lo que son unos sinvergüenzas con un morro que se lo pisan.
Y ahora es cuando me pongo nostálgico. Conservo el 99.9% de las entradas de conciertos a los que he asistido. Las tengo plastificadas para mejorar la conservación, y aunque no dispongo de un álbum adecuado para ojearlas, las tengo medianamente bien clasificaditas y me encanta verlas de vez en cuando (también las escaneé todas cuando me regalaron la impresora multifunción). Hay algunas que son bonitas de verdad; con todo ese colorido, el troquelado de autenticación, el sello holográfico. Vamos, que comparado con lo que se despacha hoy día, se te caen dos lagrimones. Pero en fin, es el progreso, y la reducción de costes (para ellos, claro), y el medioambiente, y todo eso.